La mayor compra de la historia del universo de los videojuegos sigue en el aire. Microsoft aspira a adquirir Activision Blizzard por US$75 mil millones (dato de la agencia EFE), en una operación que ha recibido el aval, con condiciones, de la Unión Europea. Enfrente, Reino Unido y Estados Unidos ponen trabas, recelosos de los posibles efectos en términos de competencia. La decisión final llegará pronto.
Valorada en US$61.75 mil millones y con US$2.17 mil millones en beneficios en el primer trimestre de 2023 (datos de Companies Market Cap), Activision Blizzard es una de las cuatro mayores compañías en el mundo de los videojuegos. En enero de 2022, Microsoft anunció su compra, con la que escalaría hasta convertirse en uno de los gigantes del sector.
Desde entonces, la operación se mueve en un laberinto de ámbito regulatorio. Comprar Activision Blizzard significaría para Microsoft hacerse con la dueña de algunos de los títulos más potentes del mercado, como Call of Duty, Tony Hawk, Warcraft o Candy Crush Saga.
El objetivo de Microsoft sería dar un salto hacia adelante en el ámbito de los juegos para dispositivos móviles y también para la nube. Además, la compañía señala que se trata de un movimiento clave para consolidarse en el metaverso. Algunos reguladores, sin embargo, temen otro tipo de consecuencias.
¿Cómo afectará al mercado y, más en concreto, a la competencia una operación de este calado? Es la gran pregunta que lleva meses sobre la mesa y que provoca que, por ejemplo, Reino Unido se muestre contrario a la compra y Estados Unidos la mire con preocupación.
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Cabe señalar que Microsoft es dueña de la consola Xbox. Por tanto, si adquiere Activision Blizzard, eso supondría, en opinión de los más reticentes a la compra, que la big tech podría imponer medidas que impliquen que sus títulos más codiciados no estén disponibles para su competencia.
Por ejemplo, podría impedir que los usuarios de PlayStation (Sony) jugaran al Call of Duty vía streaming en la nube.
Con los temores en lo relativo a la competencia como raíz, la Autoridad de Competencia y Mercados (CMA) de Reino Unido rechazó la operación el pasado 26 de abril. Microsoft recurrió, pero la situación es tensa y podría terminar impidiendo la compra, o sacando a Microsoft del mercado británico (algo difícil de imaginar).
Por su parte, la Comisión Federal de Comercio (FTC) de Estados Unidos presentó en diciembre una demanda contra la operación. El temor es que Microsoft utilice el movimiento para apagar a sus competidores.
Frente a los obstáculos, la compra ha recibido una bocanada de oxígeno que puede ser clave de parte de la Unión Europea (UE). La institución ha dado luz verde al movimiento, aunque fijando una serie de exigencias que Microsoft debe cumplir.
Con el objetivo de garantizar que se respeten las condiciones de competencia del mercado, EFE recoge que la big tech se ha comprometido a garantizar ciertos requisitos para los próximos diez años. Destacan dos:
Así, la Comisión Europeo cree que Microsoft garantiza «plenamente» que no incurrirá en vulneraciones de competencia.
La compra está llegando a su última pantalla. La resolución se conocerá en las próximas semanas. ¿Final feliz o ‘Game Over’?
Borja Santamaría
Satya Nadella, CEO de Microsoft, en primera persona: camino al éxito y consejo número 1
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