Un rugido glorioso; 5 protagonistas de la corona 23 del Licey

Por Gabriel Rico Albarrán | enero 19, 2023

Pasaban 13 minutos de la medianoche cuando un rugido recorrió la República Dominicana. Era el sonido orgulloso de un campeón. En un estadio Quisqueya absolutamente abarrotado, en la décima entrada de un duelo agónico, Mel Rojas Jr. conectó un batazo hacia el lado derecho que superó la línea defensiva de las Estrellas Orientales. Desde la segunda base, Ronny Mauricio escuchó el palo y echó a correr. Impulsado por una fanaticada encendida, entregada, pisó la tercera almohada y, en los metros finales, se quitó el casco gritó con rabia mientras completaba la carrera decisiva. Una imagen para la historia. 6 años después de su último título, los Tigres del Licey conquistaban su corona número 23.

Una gesta construida por un equipo dominante durante la fase regular (1º, 34 victorias y 16 derrotas), el Round Robin (1º, 10-6) y una final en la que, tras la derrota en el primer juego, dio una lección de solidez para imponerse por 4-1. Estos son algunos protagonistas que brillaron dentro de un colectivo sobresaliente.

Mel Rojas Jr., el rematador

Si Jorge Alfaro, Aquaman, se descubrió como el MVP de la final gracias a su bate recubierto en pólvora, Mel Rojas Jr. fue el encargado de sellar la gloria y rubricar el título 23. Su hit quedará para la leyenda. Con un tigre en primera, un tigre en segunda y un eliminado, conectó una bola incontrolable para la defensa de las Estrellas que empujó a Mauricio hasta el ‘home’. Minutos antes, el propio Rojas mantuvo el 1-1 gracias a una defensa espectacular cuando los verdes tenían la tercera base ocupada. Rojas Jr. corrió hacia atrás y acomodó en su guante una bola que viajaba con veneno para cerrar la entrada.

Mel Rojas Jr., abrazado tras su batazo decisivo. Foto: Lidom.

Nacido en Indianápolis (32 años) e hijo del exlanzador de Grandes Ligas Melquíades Rojas, Rojas Jr. fue drafteado en 2011 por las Estrellas Orientales pero, en 2014, recaló en los Tigres vía traspaso. Combina su trayectoria como liceísta con su exitoso desempeño en la liga surcoreana, donde fichó por los KT Wiz en 2017 y batió el récord de jonrones de su franquicia. En 2020 firmó un contrato por US$1.5 millones con el conjunto asiático.

«Fue una experiencia maravillosa, aprendí bastante y creo que es momento de ponerlo en juego en República Dominicana», afirmó antes de comenzar las ligas de invierno. «El béisbol aquí y en Asia es totalmente diferente, específicamente el estilo de juego y la cultura. Pude desarrollar muchos aspectos mientras estuve allá, como la consistencia, la manera de reaccionar después de un mal partido y cómo hacer los ajustes necesarios». Un aprendizaje que le llevó a convertirse en héroe.

Sergio Alcántara, el Chico Maravilla

Si la jugada defensiva de Mel Rojas Jr. quedará para el recuerdo, quizás la más brillante del encuentro tuvo como protagonista al Chico Maravilla. Ya con 1-1 en el luminoso, en una amenazante octava entrada, una bola rápida al sector izquierdo ponía contra las cuerdas a los Tigres. Sergio Alcántara pidió calma con su mano derecha. «Esta es mía». En un escorzo imposible, giró su codo izquierdo para abrir su guante y amortiguar el peligro, lanzándose a ras de suelo. Una ación genial, osada. Decisiva.

Sergio Alcántara. Foto: @tigresdelicey (IG).

«Lo importante es no perder la humildad«, declara como lema la estrella del Licey. Nacido en Santo Domingo hace 26 años, el dorsal 1 de los Tigres cuenta con 192 partidos de experiencia en la MLB y su magia defensiva ha encandilado al Quisqueya. Nada es casualidad. «Llego al estadio a eso de las 2:45-3:00 de la tarde», explicó hace algunas temporadas. «Una vez aquí comienzo a practicar. Voy y bateo. Cuando comienza la práctica cojo mis rollings de rutina y hago lo que tengo que hacer esta que se acaba la práctica para luego prepararme para el juego».

Un trabajo que, en los malos momentos, le ha guiado por el camino correcto: el de la resiliencia. Así, tras una final aciaga al bateo, se convirtió en héroe con un doble remolcador clave en el tercer juego y una atrapada decisiva en el último.

Ronny Mauricio, el MVP

Su grito de rabia durante la carrera decisiva contenía todas las emociones que genera el deporte. Ronny Mauricio abrazó la gloria en una temporada en la que se convirtió en MVP de la temporada regular, en la que no terminó de brillar en el Round Robin y en la que, en la gran final, no estaba conectando su mejor juego. Una presión que soltó cuando, desde la segunda base, escuchó el hit de Rojas Jr. y voló hacia la gloria, empujado por un Quisqueya desbordado.

Ronny Mauricio. Foto: IG del jugador (@el_chimii04).

Nacido en San Pedro de Macorís hace 21 años, Mauricio tiene por delante un futuro excelso. Así lo vieron los ojeadores de los New York Mets, que firmaron al ‘infielder’ a los 16 años, con un bonus de US$2.1 millones. Por el momento, se desarrolla en ligas Clase A Avanzada y Doble A a la espera el momento de su debut en la MLB. Además, marca diferencias en la Lidom.

«Agradezco la oportunidad que me da el Licey para estar con el equipo», afirmó antes de arrancar el torneo. «El sueño de cada pelotero dominicano es jugar en su país. Me siento muy bien ya que los veteranos, los que tienen mucha experiencia hablan con uno y se aprende. Para eso estoy aquí. Quiero seguir trabajando en cada aspecto del juego y apoyar al equipo para ganar el título número 23«. El MVP cumplió su palabra.

Emilio Bonifacio, el capitán

En la recta final de su trayectoria, quizás en su último baile, el capitán besó la número 23. A sus 37 años, muchos consideraba que la carrera de Emilio Bonifacio estaba ya exprimida. Error. La temporada del líder de los Tigres ha rayado a la altura de su inmensa hoja de servicios (834 partidos en la MLB) para aportar hasta en el último día, el decisivo.

Emilio Bonifacio. Foto: @tigresdelicey (IG).

Una leyenda gestada desde el trabajo. «El enfoque, la disciplina y el respeto que me tengo como pelotero y al equipo del Licey me ayudan a que las cosas sigan saliendo bien», explicaba durante el curso un referente que, además de su desempeño sobre el verde, jugó un rol calve dentro del vestidor. «Prefiero predicar con el ejemplo, si les puedo decir algo que pueda ayudar al equipo, lo hago. De lo contrario, sigamos disfrutando el deporte». A sus 37 años, sigue teniendo motivos para hacerlo.

José Offerman, el jefe

Es el hombre de confianza de una franquicia gloriosa. El tipo que acude al rescate del equipo cuando las cosas se tuercen y encamina a los Tigres a la buena senda. José Offerman asumió la pasada temporada el cargo de entrenador liceísta por sexta ocasión. El objetivo, enderezar un mal inicio de curso, con 8 derrotas en 12 encuentros. Año y medio después, el Quisqueya explotó con la corona número 23.

Su conocimiento del juego, su precisión en la toma de decisiones y el respeto que genera su figura en el grupo fueron clave para remontar el paso. Nacido en San Francisco de Macorís (54 años), Offerman jugó 1651 partidos en la MLB, disputó dos Juegos de las Estrellas (1995 y 1997) y conquistó cuatro títulos de la Lidom como jugador.

Pese al errático arranque, los Tigres alcanzaron el Round Robin la pasada campaña y, ya en el curso actual, dominaron las ligas invernales para alzarse con la gloria. Un trabajo excelente que le valió ser reconocido como Manager del Año. «Este es un premio de todos», afirmó entonces. «Siempre he vestido esta camiseta y me he enfocado en hacer el trabajo con respeto, tratando de hacer lo mejor para el equipo. El tiempo que tengo en este juego me da experiencia para poder aconsejar a los más jóvenes. Sé que tengo algo que ofrecerle a muchos de ellos, por eso trato de ayudarlos lo más que pueda. He tenido la suerte de que quienes trabajan a mi alrededor me escuchan y respetan«.

«Nunca he buscado premios individuales, es satisfactorio, pero lo importante para mí es ganar el campeonato». Misión cumplida. El Licey es campeón.

Borja Santamaría

Héroes del deporte dominicano: Talento, trabajo y liderazgo con premio: US$20 millones para Al Horford

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