Conoce lo que esconde la Bóveda del Fin del Mundo

Por revistamercado | noviembre 24, 2020

No le asustan las armas: puede resistir ataques con misiles, bombas de alto poder o explosiones nucleares. Los fenómenos naturales tampoco le preocupan, porque puede aguantar tormentas de nieve, terremotos de hasta grado 10, erupciones volcánicas o tsunamis.

Aún más: si ocurriese un deshielo catastrófico, también lo resistiría. Es una construcción sin igual en el mundo, a 120 metros de profundidad, oculta en una montaña del archipiélago de Svalbard, en Noruega. Se edificó hace doce años, en un proyecto conjunto del gobierno de ese país, el banco Genético Nórdico y el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos.

Se trata de la Bóveda del Fin del Mundo, nombre con que los científicos del planeta llaman a la Cámara Global de Semillas, una instalación concebida para almacenar semillas provenientes de todo el mundo, con una temperatura de 18 grados centígrados bajo cero. Tiene ya un millón de muestras de semillas en sus entrañas. El paquete más grande de donaciones lo recibió este año, justo antes de que se desatara la pandemia del covid-19, cuando ingresaron semillas enviadas por 36 bancos genéticos de diferentes países, así como de instituciones oficiales y entidades privadas.

Para garantizar la temperatura necesaria, la bóveda cuenta con una capa de suelo congelado que la garantiza, si el suministro eléctrico fallase. ¿Para qué almacenar semillas de todo el mundo? No es, como pudiera creerse, para uso de investigadores. La idea es que sirva como un enorme banco central, donde los bancos genéticos de cualquier parte del mundo conserven muestras de sus semillas, de tal manera que las puedan replicar si en sus países se perdiesen completamente en casos de desastres naturales o incluso de guerras devastadoras.

La capacidad de almacenamiento es impresionante. Puede conservar 4.5 millones de muestras de semillas, entendiendo que una muestra tiene 500 semillas, que se guardan en bolsas de aluminio selladas. Lo que para algunos podría ser un acto de exageración, porque alcanzarían a entender que deberán ocurrir voluminosos cambios para que la población llegara a necesitar de las semillas almacenadas, realmente podría salvar vidas.

Para hacer uso de la bóveda, tan solo haría falta que, por ejemplo, por causa de las inundaciones, sequías o por ocurrencias de olas de calor o de frío provocadas por el cambio climático, a los agricultores se les dificulte tratar el suelo y cultivar la tierra. Esto provocaría que no haya actividades agrícolas, y sin estas no hay producción de alimentos.

A propósito de datos sobre seguridad alimentaria, el Banco Mundial ha proyectado que la demanda de alimentos en el mundo aumentará como mínimo en 20 % durante los próximos 15 años, con mayores alzas en África al sur del Sahara, Asia meridional y Asia oriental.

Además, según sus estimaciones de 2016, una de cada nueve personas sufre de hambre crónica, y en 2014 el 12,9 % de la población de los países en desarrollo padecía desnutrición. Con las consecuencias del cambio climático, como aumentos de temperatura y descensos continuos de la humedad, podría aparecer un menor rendimiento del suelo, originando desertificación o degradaciones de la tierra fértil, lo que convertiría al proyecto de semillas en un concepto útil.

Las ideas de riesgo de seguridad de alimentos llevan a pensar en la bóveda del fin del mundo más que como un ingenio absurdo, como una innovación que podría resultar imprescindible.