La eutanasia y su batalla para «morir sin dolor»

Por | marzo 3, 2022

La eutanasia es la intervención deliberada para poner fin a una vida sin perspectiva de cura. La misma se practicó en las antiguas Grecia y Roma.

En medicina, es la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal, a petición expresa de esta, y en un contexto médico.

Actualmente no procede utilizar los términos “eutanasia involuntaria”, “eutanasia pasiva” ni “eutanasia indirecta”, porque son situaciones ajenas a esta definición de eutanasia.

En el sentido deliberado la eutanasia es la aceleración de la muerte de una persona.

No obstante, esta fue apoyada por Sócrates, Platón y Séneca el Viejo en el mundo antiguo, aunque parece que Hipócrates había hablado en contra de la práctica, cuando escribió: «no prescribiré una droga mortal para complacer a alguien, ni dar consejos que puedan causar su muerte», lo que indica que pudo haber un cierto debate en la literatura sobre si se pretendía o no incluirla.

En los países donde está legalizada, esta suele realizarse a petición reiterada del paciente y con la supervisión de un equipo médico

El procedimiento es libre, voluntario, intencionado, reflexionado y consciente. Pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) (Ginebra, 1.990) considera que “con el desarrollo de métodos modernos de tratamiento paliativo, no es necesaria la legalización de la eutanasia.

Además, ahora que existe una alternativa viable a la muerte dolorosa, expertos sugieren que deberían concentrarse los esfuerzos en la implementación de programas de tratamientos paliativos, antes que ceder a las presiones que tienden a legalizar la eutanasia”, en el mundo existen siete países que la practican.

El primer país en legalizar la eutanasia activa fue Holanda en el año 2002, si bien, ya desde el año 1990 se fue “permitiendo” esta práctica.

El primer caso fue el de Ineke Stinissen, de 46 años, que después de estar 15 años en un coma irreversible, los jueces holandeses decidieron que un equipo de médicos accedieran a poner fin a su vida. Esa fecha, en Holanda el suicidio asistido activo era un crimen y se ponía reparos a la pasiva.

En la actualidad, la situación de la regulación de esta ejecución en el mundo es la siguiente: está legalizada en los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Colombia y Canadá y en algunos estados de Estados Unidos (Oregón, Montana, Vermont, Washington, Colorado, California, Hawái y Washington D.C.), Australia y recientemente, en España.

En Suiza, se regula el suicidio asistido, práctica que también se permite en Holanda y en Luxemburgo. Colombia, fue el primer país de Latinoamérica en despenalizarla, desde que fue promulgada la ley de Colombia, el Ministerio de Salud estableció los lineamientos para regular el derecho a la muerte digna.

Estos establecen que el paciente debe tener una enfermedad en estado terminal; considerar que la vida ha dejado de ser digna, producto de la enfermedad y manifestar el consentimiento de manera “clara, informada, completa y precisa”.

En el país tan solo se han realizado 94 procedimientos desde abril de 2015 hasta el 8 de mayo de 2020, según el Ministerio de Salud, que cuenta los casos desde que se permitió el procedimiento. Todos los marcos legales revisados establecen un procedimiento a priori, que comienza con el médico tratante y luego una entidad revisora que vela por el cumplimiento de los principios y requisitos de aplicación de la norma.

En el caso de Bélgica y Holanda, el médico tratante debe cumplir con la obligación de informar al paciente sobre su condición, a la vez de velar para que se cumplan las condiciones básicas planteadas por la ley.

La batalla por legalizar la eutanasia aún tiene su rémora. Polonia, por ejemplo, la entiende como un asesinato y castiga su práctica con hasta cinco años de prisión

Ambas legislaciones contemplan también un procedimiento de notificación y control a posteriori, que se realiza ante la Comisión Federal para la supervisión y evaluación de la aplicación de la ley en el caso de Bélgica, y en Holanda, en una de las 5 comisiones regionales para la revisión de casos de eutanasia y suicidio asistido.

Los casos de Colombia y Luxemburgo, el médico tratante aparte de verificar que se cumplen los requisitos, debe enviar la solicitud para aprobación a un comité, que en Colombia es Comité Científico Interdisciplinario para el Derecho a Morir con Dignidad, mientras en que en Luxemburgo, esta misión entre otras, la cumple la Comisión Nacional de Control y Evaluación de la Ley de Eutanasia.

La ley de eutanasia en España, se aprobó en el Congreso de los Diputados el 18 de marzo de 2021. Con la finalidad de garantizar “el derecho de toda persona que cumpla los requisitos previstos en esta ley a solicitar y recibir la prestación de ayuda para morir”.

Para poder solicitarla, el paciente debe padecer una “enfermedad grave e incurable” o sufrir un “padecimiento grave, crónico e imposibilitante”. Para muchos este procedimiento frenará el progreso de la medicina.

Según la Associación Catalana d´ Estudis Bioétics (ACEB), los médicos se irán volviendo indiferentes ante determinados tipos de enfermedad, no habrá razones para indagar en los mecanismos patogénicos de la senilidad, de la degeneración cerebral, del cáncer en estadio terminal, de las malformaciones bioquímicas o morfológicas, etc…

La solución pasa por dar un cuidado integral a quien pronto va a morir, tratándole tanto sufrimientos físicos como los sufrimientos psíquicos, sociales y espirituales. Esta muerte por piedad tiene una presencia en la vida social, en los medios y en el debate público, incluso hasta en los partidos y representantes políticos.

Los casos más recientes han sido el de Martha Sepúlveda, una mujer colombiana con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que consiguió que se le aplicara la eutanasia, después de que en septiembre 2021 le cancelaran a pocas horas de que se la fueran a practicar.

Víctor Escobar, de 60 años, quien padecía la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), diabetes e hipertensión, entre otros problemas, se convirtió en el primer colombiano en recibir la eutanasia sin ser un paciente terminal y tras haber tomado la decisión de tener “una muerte digna”.

María tenía 68 años cuando murió sin dolor en un hospital de Valencia, rodeada de su familia y antes de donar sus órganos para ayudar a otras personas enfermas. Culminaba así un complejo proceso para morir por eutanasia y dejar de sufrir.