[vc_row][vc_column][vc_column_text]
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]En medio del temor mundial que el coronavirus desató en todo el mundo, se reactivó con una fuerza desconocida la demanda mundial de mascarillas de protección. En un abrir y cerrar de ojos, las mascarillas o tapabocas se convirtieron en los elementos de protección más codiciados en el mercado internacional de artículos médicos o quirúrgicos.
Y de nuevo, las impactantes imágenes de ciudadanos caminando por las calles de las grandes ciudades o atiborrando sus sistemas de transporte y llevando en sus rostros las mascarillas se volvieron comunes, generando un mensaje de temor y la consecuente multiplicación de la demanda.
Las imágenes que llegaban inicialmente desde Wuhan, la cuna del virus, con sus pobladores enmascarados, se empezaron a repetir en Beijing, Shanghai, Shenzhen y las mayores ciudades chinas. Centenas de chinos en los primeros días de febrero, miles de chinos dos semanas después, millones de chinos un mes más tarde, recorriendo sus calles con sus mascarillas verdes o azules, pusieron al mundo a pensar qué hacer para enfrentar el coronavirus, cuya cifra de víctimas crece días a día y agranda la lista de países con personas infectadas.
Las mascarillas no curan. No constituyen un blindaje contra el mortal virus, ni configuran una protección al máximo nivel. Empero, tienen una característica: sirven como protección contra el contagio. No protección plena, pero al menos disminuye el impacto de dos de las manifestaciones más temidas: los estornudos y la tos. Y, principalmente, sirven de protección psicológica.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]No es una creencia popular, sino que esa orientación proviene de la propia Organización Mundial de la Salud: “se debe evitar el contacto estrecho con cualquier persona que presente signos de afección respiratoria, como tos o estornudos”.
Una vez desatada la fiebre de las mascarillas, la prenda de moda en el mundo, sobreviene un problema para el cual ningún otro país estaba preparado: la insuficiente oferta.
La propia China lo vivió en carne propia: en una de las reuniones de ministros del gobierno de Xi Jinping, los responsables del área de salud urgieron a importar de urgencia 50 millones de mascarillas. No, corrigieron, se necesitaban 100 millones. Otro examen al tema cambió la cifra: 200 millones… para empezar.
El Ministerio de Comercio Exterior tomó el control de la operación. Publicó internacionalmente su pedido de 200 millones de mascarillas. En su primer sondeo de grandes productores , encontró que la empresa turca Ak-Yel Medical es una de las productoras más grandes de Europa.
Con el pedido más grande de su historia AkYel empezó a trabajar a un ritmo que sus empleados no habían conocido. Su gerente, Fatih Arpaci tuvo que hacer subcontratos con fábricas más pequeñas de todo el país y, abrumado por las responsabilidad, confesó la realidad: “Turquía produce 150 millones de máscaras al año, pero nos han pedido 200 de una tacada, lo que nos ha sorprendido, porque China es una de los mayores productores del mundo”. Sí, pero también, el país más afectado del mundo por el coronavirus.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]China compra de todo. Materias primas, de todas las que ofrezca el mundo. Productos alimenticios de los cinco continentes. Bienes industriales de todo uso. Pero ahora, su canasta importadora tiene un nuevo líder: las mascarillas.
Otra fabricante en Europa es la española Climax, que ante los pedidos extraordinarios de mascarillas dobló sus turnos de trabajo y adquirió maquinaria de producción. En un mes normal, hace 300 mil mascarillas; en febrero recibió pedidos por cinco millones. De acuerdo con los expertos médicos, las mascarillas que brindan una mayor protección son las conocidas como autofiltrantes, puesto que retienen partículas de polvo en suspensión.
El gigante de la producción mundial es la estadounidense 3M, una global que factura ventas anuales por US$33,000 millones.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Una de sus competidoras es la también estadounidense Honeywell, otro coloso especializado en productos de los sectores químico y aeroespacial.
Otra productora con base en ese país es Safetec, de Buffalo, especializada en equipos de primeros auxilios y control de infecciones, que ya está ofreciendo una línea especial de productos contra el coronavirus, de la marca Sani Zide.
Pero los chinos también tienen su productoras de mascarillas. Es uno de los renglones de Leboo, una firma de Beiing, con 16 años en el mercado y que vende en 80 países. Es también china Pidegree Medical, compañía de 22 años, con sede en Guangzhou, cuya producción estrella es la de guantes de protección en látex.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]En Europa hay fabricantes en varios países. Uno de los grandes es la alemana BodyProducts, cuyo enfoque son los artículos higiénicos y que no solo tiene producción propia, sino que se basa en alianzas con una vasta red de compañías asociadas en la unión Europea y Asia. Es también alemana Franz Mensch, firma de 45 años en el sector salud, que se enfoca en productos de higiene y sanidad laboral.
Una de sus competidoras es la belga In4Care, que suministra soluciones para los sectores de la salud, la economía blanca y la educación.
Las mencionadas no son las únicas fabricantes, pero sí las más grandes. Y, por tanto, las líderes del mercado mundial.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Suscríbete a la revista y regístrate a nuestros newsletters para recibir el mejor contenido en tu buzón de entrada.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
