¿Por qué no recordamos los primeros años de nuestra infancia?

Por pferreras | abril 21, 2022

Pregunte a sus amigos, compañeros de trabajo, desconocidos en las calles, tíos, padres, familiares: «¿Tienes alguna memoria de cuando tenías menos de 5 años?», lo más probable es que su respuesta sea negativa. La mayoría de las personas no cuentan con abundantes recuerdos de los primeros cuatro-siete años de su vida y después de ese lapso, dudamos si esas memorias son reales o simplemente basadas en historias que otros nos cuentan de nosotros mismos.

Este hueco se conoce científicamente como la «amnesia infantil». Al identificar el fenómeno, expertos inicialmente pensaron en relacionarlo con el desarrollo del cerebro de los bebés, pues a esa edad aún la memoria no está desarrollada en un 100%. Sin embargo, con seis meses, los seres humanos tienen la capacidad de formar recuerdos a largo plazo que duren meses divagando en la mente.

Se confirmó en un estudio que unos niños de seis meses recordaron cómo presionar una palanca de un tren de juguete hasta tres semanas después de haber visto el juguete por última vez, mientras que aquellos en edad preescolar recuerdan momentos con años de vigencia. Pero, ¿son estos recuerdos innatos o nutridos por historias de terceros? La respuesta aún es incierta.

Los procesos básicos que involucran el desarrollo del cerebro continúan madurando hasta la adolescencia; la teoría con mayor posibilidad a ser confirmada involucra a los cambios que sufre el cerebro durante todo ese periodo.

El límite típico para la compensación de la amnesia infantil cambia con la edad: niños y adolescentes tienen recuerdos más tempranos que los adultos, lo que sugiere que el problema puede estar menos en formar recuerdos que en mantenerlos. Pero esta no parece ser toda la historia.

Otro factor que sabemos que juega un papel es el idioma. Desde los uno hasta los seis años, los niños progresan desde la etapa de hablar de una palabra a hablar con fluidez en su(s) idioma(s) nativo(s), por lo que hay cambios importantes en su capacidad verbal que se superponen con el período de amnesia infantil. Esto incluye el uso del tiempo pasado, palabras relacionadas con la memoria como «recordar» y «olvidar», y pronombres personales, uno de los favoritos es «mío».

El recuerdo tiene diferentes funciones sociales en diferentes culturas, lo que contribuye a variaciones culturales en la cantidad, calidad y momento de los primeros recuerdos autobiográficos. Los adultos en culturas que valoran la autonomía (América del Norte, Europa Occidental) tienden a reportar más recuerdos de la infancia y más tempranos que los adultos en culturas que valoran la relación (Asia, África).

Pese a existir extensas lagunas sobre la amnesia infantil, los investigadores están cada vez más cerca de conseguir una respuesta. A medida que avanza la neurociencia, indudablemente habrá más estudios que relacionen el desarrollo del cerebro con el desarrollo de la memoria. Esto debería ayudarnos a desarrollar otras medidas de memoria además de los informes verbales.

Mientras tanto, es importante recordar que, incluso si no podemos recordar explícitamente eventos específicos de cuando éramos muy jóvenes, su acumulación deja huellas duraderas que influyen en nuestro comportamiento. Los primeros años de vida son paradójicamente olvidables y, sin embargo, poderosos para dar forma a los adultos en los que nos convertimos.

Por Redacción de Revista Mercado

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