El hábito de comer emocionalmente

Por Karime Rivas | febrero 15, 2021

El estrés, la comida y las emociones, resultan una combinación peligrosa que puede alterar seriamente el patrón de ingesta en periodos donde el nivel de ansiedad de las personas están elevados, ya que está relacionado con los procesos anímicos y de tensión diaria que se producen en el interior de cada persona.

El estrés es un trastorno que actualmente afecta a gran parte de la población y se produce cuando los sucesos de la vida, ya sean de orden físico o psíquico, exceden la capacidad de la persona para afrontarlo.

La alimentación es esencial para la supervivencia y se puede definir como el proceso por el cual los seres vivos consumen alimentos para recibir los nutrientes necesarios.

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La doctora Chantal Ruíz, nutricionista del Hospital General Plaza de la Salud, explica que la conexión que se puede presentar en muchos casos entre el estrés y la alimentación no solo condiciona los hábitos alimentarios, sino también el proceso metabólico nutricional y la situación de satisfacción de las necesidades nutricionales, condicionando a un estado de hambre emocional y la consecuente sobrealimentación. Esta supone un exceso de alimentación y comúnmente exceso de alimentos ultra procesados, altamente adictivos y pobres en nutrientes, originando problemas de sobrepeso, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

En algunas ocasiones más de alguno se ha refugiado en la comida, pero cuando esto se convierte en un hábito, se vuelve imparable, y es cuando se comienza a depender totalmente de la misma para satisfacer las necesidades emocionales.

Estados emocionales como la ansiedad, estrés, tristeza, soledad, preocupación, son fuertes condicionantes para que una persona coma, incluso sin sentir hambre física o real. Cuando esto se convierte en un hábito, se vuelve imparable porque se come de manera descontrolada, impulsiva y no se sabe cómo parar. Las personas entran en piloto automático e ingieren alimentos de manera inconsciente.

En una situación de estrés descontrolada, la comida se convierte en una vía de escape inadecuada a las emociones que resulta difícil de gestionar. Por un momento, al ingerir alimentos se siente placer y relajación. No obstante, pronto invade la culpabilidad y la tristeza, la alimentación se vuelve inadecuada, se pierde la fuerza de voluntad y la persona entra en un círculo de malestar.

Las investigaciones revelan que en personas con estrés, 2/3 presentan hiperfágia (comer más de lo habitual) y 1/3 hipofagia (comer menos). Además, se observa que las personas que controlan más la ingesta de alimentos o que están constantemente a dietas estrictas, responden con mayor apetito a las situaciones de estrés que aquellas que no lo hacen.

Durante la exposición a un agente estresante (externo o interno), el consumo de alimentos se suprime utilizándose las reservas energéticas del cuerpo. Pero luego, se almacenan los nutrientes circulantes y se intenta reponer los consumidos. Por consiguiente, aumenta considerablemente el apetito, preferentemente hacia comidas que repongan rápidamente los niveles de energía gastados. En la mayoría de las ocasiones, se tiende a consumir alimentos con alto contenido en azúcar, grasas, sal y calorías.

Se cree que algunas personas cuando ingieren alimentos, experimentan una fuerte afluencia de sustancias, como las endorfinas, que les hace sentirse bien. Por eso, cuando están en una situación de estrés tienden a recurrir a la comida buscando un efecto relajante.

Por ello es importante practicar una alimentación consciente, para manejar los impulsos por la comida, y distinguir entre el hambre real y emocional.

Llevar a cabo una alimentación saludable, practicar ejercicio físico y/o deportes al aire libre, descanso suficiente y dedicarse tiempo para relajarse, meditar y cuidar la salud mental, son pilares fundamentales para combatir el estrés. Este no siempre es negativo, pues en ocasiones su presencia hace que se puedan desarrollar nuevos recursos personales para adaptarse, subir la autoestima y aumentar las posibilidades de éxito.

¿CÓMO COMER EN PRESENCIA DEL ESTRÉS?

1.- Observa el hambre emocional. Definir qué, cómo, cuándo y por qué se come, permitirá establecer pautas más personalizadas para lograr una alimentación controlada.

2.- Establecer un plan de alimentación y horarios. Estructurar las comidas permitirá no improvisar, ya que la improvisación puede favorecer el que se coma entre horas y fomenta el hambre emocional.

3.- Evitar dietas estrictas. Estas dietas prohíben constantemente alimentos y pueden agravar la situación de estrés y malestar.

4.- Comer sentado y en platos individuales. Este ejercicio ayuda a ser más consciente de lo que se comes. Además, permite distinguir mejor entre el hambre física y el hambre emocional.

5.- No realizar otras actividades mientras se come, y masticar con calma. Disfrutar de los sabores, texturas y olores que ofrecen los alimentos, hará conectar más a las personas consigo mismo y saber mejor la cantidad de comida que necesitan.

6.- Reservar un espacio en el día para realizar alguna actividad que agrade. No olvidar la práctica de ejercicio físico, ya que esto ayudará a reducir la ansiedad, sentirse más animado y con mayor fuerza y energía.