El rey de los bonos basura se recicla

Por revistamercado | abril 6, 2021

Qué analista periodista o financiero no ha acudido al Milken Institute en pos de un buen networking o de la mejor información de los mercados? Este think tank económico, cuya conferencia global anual atrae a más de 5.000 líderes de 50 naciones a Los Ángeles, se postula hoy como un interlocutor que ofrece “soluciones económicas y políticas no convencionales que apoyan el crecimiento y mejoran la salud mediante la realización de investigaciones y análisis”. Poco convencional es, igualmente la naturaleza y recorrido vital de su fundador; el high flying, antaño más conocido como el rey de los bonos basura, Michael Milken. Really? Se estará preguntando usted. Y es que la vida de Milken es digna de un biopic, habida cuenta de que, como colofón de su meterórica carrera como financiero sin escrúpulos, fue condenado por conspiración y estafa a 10 años de prisión y US$900 millones de multa.

Filántropo insider

Milken lleva décadas ejerciendo de filantropista, quizás en un intento de lavar su imagen; en respuesta a la emergencia de salud pública, Milken, está actualmente involucrando a líderes de la industria y expertos médicos, a través de su organización, para ayudar a mejorar la compresión de la enfermedad y movilizar fondos para ayudar a enfrentar la crisis. Este master networker ya demostró su habilidad como insider en el seno de la industria financiera; no sólo se movía como pez en el agua sino que, de forma radical terminó moldeándola, generando un modelo negocio predarotio-especulativo que vería renacer de sus cenizas y replicarse, ya en la era digital, con la crisis de las hipotecas subprime.

Greed is good

Milken, uno de los íconos de la llamada “década de la avaricia” en los años 80, participó en la creación de un mercado de bonos de alto rendimiento, coloquialmente conocidos como “bonos basura”, cuando era ejecutivo del banco de inversión Drexel Burnham Lambert. En un momento llegó a ser el hombre mejor pagado de la historia de Wall Street, y su fama lo llevó a inspirar la creación del villano de la película de Oliver Stone de 1987 “Wall Street”, Gordon Gekko.

Milken osó lo impensable hasta aquel momento, consiguiendo lo que los alquimistas de la edad media sólo soñaron materializar; convertir la basura en oro. Ni corto ni perezoso este profeta de la cuadratura del círculo financiero planteó a Drexel Burnham Lambert, banco de inversiones para el que trabajaba, que comerciara con bonos cuasi insolventes. Convenció a su empresa del potencial de mercado de los llamados bonos basura, esto es, bonos inferiores a la calificación BBB por las agencias de calificación estadounidenses como Standard & Poor’s.

Convenció a sus jefes para que crearan un departamento de negociación de bonos de alto rendimiento; una operación que pronto ganó un notable retorno del 100% de la inversión original. Milken intentó con éxito romper el tradicional mercado de los bonos que tan sólo estaba destinado a las compañías con ratings muy altos y si podía ser triple A mejor. Era inconcebible que se pudiera emitir deuda de una pequeña compañía que tuviera riesgo de quiebra.

Milken se dio cuenta de que ahí había un gran nicho de mercado sin explotar.

Epifanía financiera

Se le ocurrió lo que a ninguno: si muchas de aquellas pequeñas compañías emitían bonos a la vez y el inversor institucional tomaba posiciones en muchas de ellas, su riesgo de quiebra quedaría minimizado; alguna caería pero el alto tipo de interés que recibía a cambio le compensaría con creces. Superó las limitaciones que encuentran los bonos por el riesgo de default de las sociedades emisoras y Milken, con los fondos y medios puestos a su disposición por Drexel, planteó remediar estos problemas mediante la construcción de un mercado secundario para los emisores de bonos basura y la financiación en caso de dificultades financieras. Para cada título renegociado en el mercado secundario, Drexel tenía una comisión de 3,2%; se convirtió en la empresa más rentable de Wall Street en 1987. Y Milken, si en 1976 ganaba US$5 millones, en 1987 ya se embolsaba US$550 millones.

El ocaso de los dioses

Todo empezó a deteriorarse cuando emergió un perfil de inversores sin escrúpulos necesitados de cifras astronómicas, que Milken facilitaba, para devorar a otra compañías, con fines totalmente especulativos. Todo acabó de la peor forma con Milken condenado por estafa y conspiración y a una prohibición vitalicia, hasta hoy vigente, de ejercer de broker. Al perdonar a Michael R. Milken, posiblemente el criminal de cuello blanco más significativo de su generación, “el presidente Trump reafirmó la idea de que cuando se trata de justicia, el dinero cuenta y el crimen de cuello blanco no importa”, NYT dixit.

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