Los cambios climáticos más drásticos de la historia

Por pferreras | octubre 13, 2021

Julio de 2021 fue el mes más caluroso jamás registrado a nivel mundial según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA). El informe señala que la temperatura de la superficie terrestre y oceánica durante aquel mes fue 0,93 grados centígrados mayor al promedio del siglo XX, que se situó en 15,8 grados Celsius. Esto supera los registros que esa agencia lleva desde hace 142 años y es ligeramente mayor que el récord anterior, establecido en julio de 2016 e igualado en 2019 y 2020.

Sin embargo, hace poco más de 55 millones de años tuvo lugar en la Tierra un ascenso abrupto de la temperatura (abrupto en términos geológicos) que supera por creces esa marca. Se conoce como el PETM (Paleocene-Eocene Thermal Maximum) o máximo térmico del Paleoceno-Eoceno. Las temperaturas ascendieron entre 5 y 8 °C. En ese entonces, se cree que el incremento de calor de la superficie del océano tropical pudo estar cerca de los 40 °C. Este es un valor tan alto que incluso de haber existido seres humanos habrían evitado las aguas tropicales, pues estarían por encima de su temperatura corporal.

Las causas de este pico de las temperaturas no estaban del todo claras y todo apuntaba a que fue una conjunción de causas más que una sola. Un equipo de científicos internacionales ha estimado que la principal causa fue provocado por elevados niveles de mercurio. Los investigadores descubrieron que cantidades de este elemento natural encontradas en unas muestras de núcleos sedimentarios del Mar del Norte, disminuyeron durante las primeras etapas del abrupto cambio climático, lo que sugiere que algún otro depósito de carbono emitió importantes gases de efecto invernadero a medida que el fenómeno avanzaba.

Esto supone que estos gases fueron liberados por grandes erupciones volcánicas, también responsables de la dispersión de mercurio, por lo que los científicos se propusieron medir el mercurio y el carbono en los núcleos de sedimentos para detectar cualquier vulcanismo antiguo. La sorpresa para los investigadores fue que no encontraron una relación simple de aumento del vulcanismo durante la liberación de gases de efecto invernadero. Esta acción apuntó la hipótesis de que existió una segunda fuente de gases después de la actividad volcánica. (rmo)

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