No lo tendrá fácil, no, Santa, el genio de la logística por antonomasia; al inverosímil año 2020, con las fiestas navideñas más insólitas en registro, sin reencuentros ni cabalgatas, le sucede el igualmente atípico –aunque por razones diametralmente opuestas– Christmas año la campaña se verá marcada por una de las mayores crisis de la logística mundial.
La pandemia y el posterior aumento de la demanda, fruto de un inusitado frenesí alimenticio digital, ha provocado una gran congestión en los puertos del sur de China, desde donde sale la mayor parte de los juguetes que nutren los abetos de cada hogar (los más agoreros estiman ya que un 15% de los juguetes de Asia no llegarán).
Sacas y sacas a rebosar de interminables cartas con sello postal de prioridad, se apilan en Santa Claus Village de Rovaniemi, HQ mundial de la logística de la ilusión. Estas misivas ya empiezan a traer de cabeza a quienes tienen a cargo anticipar aquellos requerimientos para garantizar su disponibilidad.
Según UNICEF, habría unos 2,500 millones de niños en el mundo de los cuales revista Mercado calcula el 50% hayan sido buenos a lo largo de año fiscal que cierra; así Santa solo tendría que repartir regalos a 1,250 millones de infantes, lo que facilitaría la tarea habida cuenta de los cuellos de botella en ciernes. Además, muchos son hermanos por lo que responden a una única dirección postal. Con el promedio mundial en 2,5 niños por hogar se quedan en 500 millones las visitan de hogares que debería de efectuar. Con el reto ya identificado, ¿cuántos fletes contratar y a qué precio?
El 90% del comercio mundial se traslada por mar. Según World Container Index (valor promedio de los últimos doce meses de los fletes marítimos para un contenedor de 40 pies) pasó de US $1,913 a US $10,300; un incremento del 500%.
Teniendo en cuenta que el costo logístico representa entre el 15% y 20% del valor del comercio exterior, el aumento en el costo de los fletes puede repercutir de lleno en el precio de los precioso juguetes. A ello hay que añadir el aumento del consumo interno en China, las fábricas han redireccionado gran parte de su capacidad productiva en satisfacer la demanda interna.
La consecuencia de esto es el incremento en el tiempo de respuesta, el cual puede llegar hasta los 120 días. Con este nivel de dependencia, cualquier disrupción en la cadena de suministro a nivel global podría suponer que millones de niños en el mundo se queden ¡sin sus regalos!
Aunque parece que hay buenas noticias ya que el Baltic Dry Index (mide el coste de transportar grano en 20 importantes rutas marítimas) que durante 2021 se había disparado, debido a los cuellos de botella provocados por la reactivación post-covid, se ha desplomado un 52% en noviembre anticipando una normalización de los precios… aunque, de nuevo, el Shanghai Export Containerized Freight Index tan solo ha corregido un 2,4% desde los máximos alcanzados el 4 de octubre. Lo comido por lo servido.
Colmo de males; los gigantes del e-commerce acaparan las existencias de cartón y fabricantes y minoristas ya avisan de que no cuentan con oferta suficiente para hacer frente a la demanda prevista para la gran temporada de compras, cuyo pistoletazo de salida lo ha dado ya el Black Friday, seguido de los consabidos Cyber Monday, Día del soltero en China, etc. Una situación que, además, convive con la falta de microchips, el alza de las materias primas y la subida de los costes energéticos. Se ve todo negro en la nube.
Santa va a tener que echar mano hasta de la tecnología blockchain y de la inteligencia artificial para agilizar la recepción de pedidos y anticipar roturas de stock estas navidades; desde la pandemia, la digitalización del transporte ha experimentado un impulso que Santa, como otro actor económico más, debe de aprovechar con modelos de colaboración… de cualquier modo, aunque la industria haya adelantado pedidos y fabricación para minimizar el impacto de esta crisis logística, hay muñecos que se quedarán esperando en el puerto, sin vida, por falta de su corazón de microchip. (REVISTA MERCADO)
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