¿Despedido por un robot?

Por Gabriel Rico Albarrán | agosto 12, 2022

De acuerdo con Google, “¿mi empleo será ocupado por un robot en el año xx?” es de las preguntas más formuladas en la barra de consultas.

Si bien es cierto que los tecnócratas del mundo celebran los avances de la inteligencia artificial, para muchas personas sin formación especializada es causa de ansiedad el hecho de que máquinas puedan responder el teléfono, asistir al cliente por chat, operar un vehículo y pegar los botones de las camisas fabricadas en las textileras de zonas francas ubicadas en Bajos de Haina.

El miedo a que las máquinas desplacen a los seres humanos con mayor intensidad a partir de 2030 mueve a millones de personas a la depresión, al cinismo laboral y a la radicalización de sus opciones políticas.

Todas recelas para elaborar estados fallidos y climas de negocios irrespirables. Stephen Hawkins (8 de enero de 1942 – 14 de marzo de 2018) advirtió de una catástrofe tecnológica sustentada en computadoras autoprogramables con capacidad para superar a los seres humanos en todo.

Quienes no se han adentrado al mundo de la informática descartan las palabras del fenecido físico británico como falacias alimentadas por leer mucha ciencia ficción. Sin embargo, ya los robots están entre nosotros.

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Despedido

Son diversos los trabajos que ya pueden ser ocupados por máquinas. Además de los obvios como el de ascensorista (hace 20 años eso era un empleo), se suman actividades que, se presumía, precisaban de singularidad humana para llevarse a cabo.

Un ejemplo es el de periodista financiero y deportivo. Reunir información, entrevistar gente, responder quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo, y reunir en un texto toda esa data. Esta es la rutina diaria para los periodistas.

Pero cuando esta información se vuelve legible por una máquina y transmisible de un modo automático, los humanos se tornan un tanto innecesarios para el trabajo. Associated Press, la agencia de noticias estadounidense, realizó un experimento de creación automática de informes de ganancias corporativas en 2014 con el software de Automated Insights y datos de Zacks Investment Research.

Después de efectuar algunas correcciones, el proceso actual quedó prácticamente libre de errores y hasta logró superar lo hecho por manos humanas. El departamento de deportes de AP está utilizando también la automatización para generar informes de eventos con público reducido.

La organización dice que eso liberará a su personal para realizar tareas más importantes y ayudará a ajustar mejor el presupuesto. La compañía afirma que este software puede ordenar los datos en una narrativa convincente de un nivel similar al que un escritor experimentado podría lograr.

¿Será posible que un robot te convenza de comprar algo en línea? Parece que sí.

La empresa Persano, de software de lenguaje natural, analiza con algoritmos semánticos los datos que puedan determinar qué frases van a obtener la mejor respuesta en un posible consumidor. Con el big data, el programa aprende a diferenciar entre un comprador indeciso y otro que no cierra la venta por causas económicas.

Ante esa disyuntiva, Persado convierte todos los datos que tiene disponible en respuestas persuasivas capaces de torcerle el brazo al más escéptico. Con clientes como Citibank y Neiman Marcus, los sistemas de la compañía pueden introducirse en su base de datos, analizar todas las variaciones de un determinado mensaje y crear sistemáticamente una redacción que tendrá la fuerza emocional necesaria.

Associated Press realizó un experimento de creación automática de informes de ganancias corporativas en 2014 y se consiguió, después de ciertas mejoras, superar el trabajo humano.

Los asuntos de correo electrónico generados por una máquina a veces pueden duplicar el número de mensajes abiertos en comparación con los escritos por humanos, lo que hace coherente que los algoritmos puedan “estudiar periodismo”.

Para millones de personas, interactuar por teléfono resulta ser el 80 % de su trabajo. ¿Serían las máquinas capaces de sustituir la amabilidad, el raciocinio y la empatía de un ser humano colocado al otro lado del auricular?

La verdad, si tu trabajo es estar al teléfono, debes preocuparte. En la actualidad, el crecimiento que se dio en las tecnologías de comunicación automatizada, al igual que en los sistemas de reconocimiento de voz, ha disminuido la necesidad de operadores telefónicos.

Sólo en Estados Unidos, los trabajadores de esta área se redujeron en un 42 % antes de gran encierro que provoco la pandemia, así que a la altura de 2022 los sistemas informáticos ya tienen el control de grandes centrales de call center. Detrás de esta revolución silenciosa de la atención telefónica corporativa hay un concepto informático clave: el test de Alan Turing (23 de junio de 1912 – 7 de junio de 1954).

A lo que se refiere el padre de la computación moderna es que llegará el día en el que no sabremos o no tendremos forma de saber con nuestro instinto si al otro lado del auricular nos habla una máquina o una persona. Se estima que esto pasará en 2029.

Lo que pareciera ser la última frontera ya es real. Los pormenores de la aplicación de una anestesia o los cortes precisos de un bisturí parecen trabajos para los humanos, y estrictamente para las personas minuciosamente preparadas para tal responsabilidad.

Pues los robots están entrando a los quirófanos, no de la manera en la que los retrataban las novelas de ciencia ficción, sino de una forma aún más inverosímil. Se podría pensar que los médicos representan la única tarea irremplazable en experiencia práctica, pero no es el caso.

El sistema Sedasys de Johnson & Johnson, aprobado por la Food and Drug Administration, puede automatizar la entrega de aplicaciones anestésicas de bajo nivel para colonoscopias, por ejemplo. Además, un médico puede supervisar varias máquinas al mismo tiempo. Muchos cirujanos ya utilizan métodos similares para ayudar en los procedimientos de anestesia no invasiva.

Por ahora, el médico tiene la máquina a su cargo, pero con el tiempo, el dispositivo podrá realizar diferentes procedimientos por sí mismo. De hecho, ya hubo algunas pruebas con tejido ficticio, donde un sistema robótico realizó extracciones de tumores.

También hay robots que realizaron trasplantes de pelo. Muchas de las cosas que se hacen manualmente los médicos las han automatizado a través de la robótica. En lugar de utilizar suturas, ahora apelan a engrapadoras robóticas. La mayoría de los galenos nunca podrían haber predicho las cosas que han sucedido en los últimos diez años 15 años, así que es difícil decir qué pasará en el futuro de la medicina.

Si el test de Alan Turing explica los robots telefonistas, la singularidad, otro concepto informático, tendría la facultad de explicar que ocurre con las máquinas que abrazan la medicina como su actividad.

El futurólogo Raymond Kurzweil, el teórico que ha vendido más libros sobre este tópico (The Singularity is near y The Singularity is nearer), sostiene que para 2045 las computadoras podrán generar personalidades únicas y “singulares” parecidas al patrón humano. A esto apuestan los desarrolladores de sistemas médicos para poder fabricar sus propios androides galenos.

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Las películas han alimentado la idea de robots humanos que nos sustituirán completamente y terminarán dominándonos.

Quizás, si tienes un problema legal en 2050 y tu libertad depende del veredicto de una corte penal, quien acuda a tu defensoría pública podría ser un robot. En las grandes oficinas de abogados, el proceso de investigación puede implicar literalmente millones de documentos.

El análisis de ese tipo de materiales ha sido tradicionalmente una de las tareas más terribles que letrados novatos o asistentes legales podrían enfrentar. Pero ahora, los nuevos sistemas de software pueden hacer el trabajo, cerrándoles la puerta a quienes aspiran entrar por la puerta de la paralegalidad para adquirir experiencia como litigantes o negociadores.

Los aparatos utilizan análisis sintáctico y reconocimiento de palabras clave para identificar a través de correos electrónicos, mensajes de textos, bases de datos y documentos escaneados, datos necesarios para enfrentar un caso cualquiera, ya sea penal o de derecho civil.

Que un abogado robot nos defienda o un médico androide nos opere en el quirófano arroja diversas interrogantes sociales que escapan al conocimiento puro y duro de los tecnólogos.

¿Cómo se asegurará la mala práctica? ¿Quién se hará responsable de errores graves, el programador, el fabricante, el “dueño” de la máquina, o el que lo contrata asume su propio riesgo?

Los robots ya están entrando en los quirófanos y los médicos los supervisan.

Aunque no es la vida que depende del robot que funge como asesor financiero, es el patrimonio lo que pende de un hilo si la inteligencia artificial no cumple con su trabajo. ¿Le confiaría sus ahorros a un androide? Hay conglomerados que consideran al público general listo para dejar entrar a las máquinas a sus carteras de inversiones.

Los métodos predictivos, los grandes datos y la potencia de cálculo automática se combinan para proporcionar una herramienta ideal de análisis y predecir el comportamiento de las inversiones.

Una de las tendencias en la industria de inversión en los últimos años fue la llegada de robo-asesores. Estos son los servicios que están sustituyendo a los asesores financieros personales, planificadores y corredores de bolsa para los más jóvenes y aquellos que no tienen necesidades de inversión compleja.

En las oficinas de abogados los robots asumen funciones de análisis de documentos.

Si lo que quiere es investigar cuáles acciones se pueden apreciar en el mediano plazo, un robot serviría. Hasta que llegue la singularidad a las computadoras, no es recomendable confiarles decisiones de private equity, adquisiciones de títulos de hipotecas y la compra de derivados de tiempos compartidos a orillas de las playas de Filipinas; ese todavía es un terreno eminentemente humano.

Como se ha podido leer más arriba, todo lo que sea posible automatizar se llevará a ese terreno. Con todo, los expertos optimistas no son como Stephen Hawkins, sino más bien ven la inteligencia artificial como un vehículo para mejorar nuestras propias capacidades humanas.

A través del reconocimiento de palabras claves se puede identificar lo importante de un archivo.

Por lo general, utilizan el símil de los lentes recetados para figurarlo: no sustituyen los ojos, mejoran nuestra vista. Ahora bien, ¿quiénes estarán a salvo del “apocalipsis digital”? Son diversas las habilidades cognitivas en las que (aún) somos mejores que los robots.

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¡A salvo, por ahora!

Algunas habilidades conectadas a la salud mental serán esenciales para que no nos despidan en beneficio de un robot o no nos coloquen de jefe a una máquina. El pensamiento crítico, porque a la inteligencia artificial se le enseña a realizar tareas de forma rutinaria, pero no puede tomar decisiones cuando se enfrenta a eventualidades que van más allá de lo que ha aprendido. Una persona puede guiarse por su instinto e improvisar, pero eso es imposible para una máquina, al menos por ahora.

El personal de emergencias, por ejemplo, ha de tomar decisiones que, a veces, dependen de su instinto más que de los datos en crudo. Tomando la misma situación de una sala de emergencias, ¿qué tal si el paramédico sin entrenamiento en oftalmología se encuentra con una hemorragia justamente en el ojo? Una máquina se quedaría paralizada, el paramédico se llevaría de su instinto y su experiencia para intentar salvar la vida.

Aún, el pensamiento estratégico, es decir, formular estrategias, es cosa de humanos. El pensamiento estratégico requiere que una persona sea capaz de tomar decisiones basadas en el análisis de la información, incluidas sus complejas relaciones entre sí.

¿Tiene relación un gato con un automóvil? Si lo analiza una máquina tomando nota de datos fríos, no habrá ninguna paridad entre esa mascota y aquel medio de transporte. No obstante, un ser humano puede razonar la forma de evitar que el automóvil atropelle al gato, por ejemplo.

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Así, la vida se entreteje de interrelaciones complejas que la inteligencia artificial todavía no puede codificar. La creatividad, pese al hecho de que hay ejemplos de sistemas de inteligencia artificial capaces de producir obras creativas, los artistas humanos dicen que esos bocetos carecen de lo que podemos llamar alma. Suelen ser imitaciones perfectas, pero nada más.

Ya sea en tareas creativas como la escritura, la música o la pintura. Las máquinas están muy lejos de poder crear trabajos originales, innovadores, capaces de capturar y expresar la emoción y la condición humanas.

“Si no puedes vencer a los robots, únete a ellos”. Busquemos ese equilibrio que nos de la posibilidad para trabajar junto a las máquinas para mejorar nuestro propio rendimiento.

Es poco probable que se reemplacen los trabajos que requieren creatividad, como los escritores, los músicos, los profesionales de las artes visuales y escénicas, e incluso de la ingeniería y el marketing. O al menos eso quieren creer los que a estas horas estudian en un centro de bellas artes.

Si bien es poco probable que un organismo basado en inteligencia artificial pinte la próxima Monalisa, sistemas como el Amazon Direct Publishing ya crean portadas para los escritores independientes sin presupuesto para pagarle a un diseñador. Están lejos, pero se acercan. En torno a la empatía y las habilidades comunicativas, también es poco probable que los trabajos que requieren de sus habilidades sean automatizados, por lo menos en el corto plazo.

La inteligencia artificial enseña a realizar tareas rutinarias que podrán ser asumidas por los robots, pero el pensamiento crítico solo puede ser realizado por un humano.

Por ejemplo, los profesionales de la salud, la educación, el trabajo social y la psicología son, actualmente, ¿insustituibles? Lo cierto es que con el bajo nivel de empatía que expresan los profesionales de diversas áreas en la actualidad, las probabilidades son reales, nos acostumbremos al trato de las máquinas.

La imaginación, sí se les complica a los robots, puesto que es una cualidad única de los seres humanos. La inteligencia artificial no puede ir más allá de los parámetros de lo que ha aprendido, mientras que los humanos sí pueden usar su imaginación para idear nuevas posibilidades. Simple. La inteligencia artificial se basa en el big data para aprender.

Son las realidades ya construidas las que pueden alimentar “el intelecto” de las máquinas. No obstante, la imaginación, esa que creó el avión o el internet, al estar fuera de los márgenes, es un universo que todavía no deja entrar a las computadoras.

Los conocimientos técnicos, porque por muy avanzados que sean los sistemas inteligentes, los robots y las máquinas aún dependen de los humanos para el diseño y su mantenimiento.

Puede que llegado el momento esto ya no sea válido, pero mientras tanto estas capacidades harán a los humanos imprescindibles. Mantener a las máquinas dependientes de los seres humanos será, posiblemente, la próxima lucha política. Un debate post-humano.

Por Carlos Arturo Guisarre. Artículo publicado en Mejores Empresas para Trabajar 2022

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