El museo del helado trae a la vida el marketing de experiencia

Por Karime Rivas | septiembre 5, 2021

El Museo del Helado llegó de manera definitiva a las calles de New York, no sin antes pasar por San Francisco, Miami, Los Angeles y muchas otras ciudades de Estados Unidos, siempre con la misma promesa: ofrecer “experiencias multisensoriales” que tuvieran a los helados como protagonistas. Y la cumplió.

En sus 13 salas hay instalaciones curiosas y coloridas donde puedes, por ejemplo, viajar en una versión rosa del metro de New York, sumergirte en una pileta gigante con pelotas de colores, deslizarte por un tobogán, crear tu propio helado o probar los sabores más dulces y originales en una mesa flotante.

https://www.instagram.com/p/CLLH0jhBM8J/?utm_medium=copy_link

En este espacio la creatividad es infinita. Manteca de maní con pretzels salados cubiertos con chocolate; mango con un toque de chili picante y frambuesa; y rulos de chocolate negro con vainilla mezclados con cintas de caramelo y pedacitos de conos cubiertos con chocolate son algunos de los nuevos sabores que propone el museo.

Ubicado en el SoHo y enteramente enfocado a los helados, esta fantasía de color de rosa es perfecta para el Instagram de muchas estrellas e Influencers que lo han visitado. Cuenta con 13 salas diferentes, todas interactivas, en las que podrás encontrar desde una piscina de sprinkles a un tobogán de caracol ideal para sentirte una niña de nuevo.

https://www.instagram.com/p/B3S6DEyB4oV/?utm_medium=copy_link

Nada más entrar, una adivina vaticina tu porvenir, susceptible que sea con unos kilos de más por esta visita, y te introduce a un alimento con tradición milenaria: el helado, «uno de los alimentos más creativos del mundo».

Así lo considera uno de los fundadores del museo, Manish Vora, para el que esta visita «combina todo lo que siempre habías soñado de niño».

«El helado une a personas de todo el mundo. El helado es familias, niños, mayores, parejas en una cita, ‘millennials’ (los nacidos en este siglo). Es mucho más que una cosa dulce», afirma Vora, el cual invita a dejar fuera todas las nociones previas sobre qué es un museo y qué es una tienda de helados, para «ponerlo todo junto».

Una sala llena de ventiladores en forma de cucurucho, que a su vez invita al visitante a demostrar sus habilidades como bailarín, un techo del que cuelgan 2.500 ‘polos’ de helado de colores o una jungla de palmeras rosas son algunas de las atracciones del MOIC (Museum Of Ice Cream, en inglés).

Entre estos particulares árboles, y entre columpios en forma de plátano o cereza, un congelador alberga helados veganos, ‘kosher’, sin gluten o de chocolate para sobrevivir en la selva azucarada.

Subiendo por escaleras de estridentes estampados, en el siguiente piso se invita a rememorar la típica escena de niñez a la orilla del mar: construir castillos de arena, pero como no podía ser de otra manera, de arena rosa.

Pero la máxima atracción se encuentra al final del recorrido: una piscina con miles de coloridos «sprinkles», las bolitas de azúcar para decorar pasteles.

En cada sala el visitante es recibido por un integrante del museo que lo hace con más entusiasmo que un niño con un helado de tres bolas, una pasión que contagian y hace que el público adopte el papel proactivo que el fundador del museo insta a tener.

«Puedes simplemente andar y ver arte, puedes hacerlo, pero para eso hay millones de museos que son fantásticos. Aquí queremos que la energía creativa del helado inspire a la gente y creen e imaginen cosas», asegura Vora. (NF)