Ida Tarbell, la mujer periodista que enfrentó al titán del petróleo

Por Karime Rivas | agosto 29, 2021

«Una mujer descarriada«, así la calificó John D. Rockefeller cuando le preguntaron por Ida Tarbell. Cuando Rockefeller diseñó su estrategia para tomar por asalto la industria del petróleo, «esa mujer» tenía 15 años. Se llamaba Ida Minerva Tarbell y había nacido en la misma región que el flamante negocio.

Todo nació por las malas decisiones de Rockefeller en las que muchos, incluyendo al padre de Ida,  Frank Tarbell, se aferraron a su independencia. Por diferentes presiones, su socio, «arruinado por la compleja situación» se suicidó, y la casa de la familia Tarbell tuvo que ser hipotecada para enfrentar las deudas de la empresa.

Fotografía: Getty Images

Rockefeller haría después lo mismo en Pittsburgh, Filadelfia, Baltimore, Nueva York y otros centros de refinación.

A principios de la década de 1880, las guerras del petróleo habían pasado y la mayoría de los independientes habían quebrado o vendido a Rockefeller.

Ida Tarbell quedó devastada por el «odio, la sospecha y el miedo que envolvió a la comunidad» tras el episodio. En 1900, Tarbell estaba trabajando en la revista McClure’s.

Para entonces ya era una periodista ampliamente admirada gracias a series tremendamente exitosas como «La vida de Napoleón Bonaparte», tan bien recibida que condujo a la inmensamente popular serie de 20 capítulos sobre la vida de Abraham Lincoln, la cual duplicó la circulación de la revista.

No obstante, nunca se consideró una escritora talentosa. «Yo no era una escritora, y yo lo sabía«, declaró.

Lo que tenía era un compromiso inquebrantable con los temas que abordaba, a los que les dedicaba largos períodos de minuciosas investigaciones, antes de empuñar la pluma. Un método que ponía en evidencia su formación científica.

Fotografía: Getty Images

Tenía una maestría en Biología pero, aunque le fascinaba la ciencia, descubrió que su pasión era la escritura, que la había llevado a París en 1891, desde donde se mantenía vendiendo artículos a publicaciones estadounidenses, mientras asistía a conferencias en la Sorbona, visitaba exposiciones de los impresionistas y gozaba de una activa vida social.

Y uno de sus escritos sobre la capital francesa llamó la atención de Samuel McClure, el cofundador y editor de la revista que llevaba su nombre, con la que quería crear un nuevo tipo de periodismo que capturara la imaginación y la conciencia de las clases medias, y no la soltara.

Su objetivo era mostrar cómo la concentración del poder económico en Estados Unidos había abrumado y corrompido por completo la política y la ley.

La sociedad estadounidense había sido sacudida por un escándalo tras otro -sobornos a políticos, arrestos a policías y violencia contra personas inocentes, venta de comida adulterada- junto con historias terribles sobre el efecto de las crecientes desigualdades entre ricos y pobres. Pero nadie sabía qué hacer al respecto.

Las clases medias que creían en la reforma estaban desconcertadas y confundidas. Sabían que todos los escándalos eran de alguna forma producto de los enormes cambios en la sociedad. Pero también sabían que las nuevas tecnologías y las industrias gigantes traían beneficios asombrosos y transformativos.

Nadie parecía ser capaz de comprender las verdaderas dimensiones de lo que estaba sucediendo y McClure quería usar su revista para cambiar la forma en que la gente veía el mundo, y mejorarlo.

Era una ambición extraordinaria. Y la alcanzó con la producción de artículos como los que aparecieron en una famosa edición de su revista en enero de 1903 que conmocionó a Estados Unidos.

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