La niñez reina en la pintura de Juan Carlos Reyes

Por Gabriel Rico Albarrán | enero 23, 2023

Hay muy pocos artistas emergentes como Juan Carlos Reyes, fue la opinión nuestra cuando él ganó un concurso nacional de pintura, limitado a los pintores jóvenes. Su obra tan especial era un compromiso ecológico y llamaba nuestra atención sobre el árbol como símbolo dramático de la naturaleza y de la vida, menospreciada, amenazada, destruida. De inmediato, sentimos que él era valiente, ameritando estímulo, seguimiento, oportunidades al fin, y una muestra individual, casi inmediata, en la galería prestigiosa de la Embajada de Francia causó gran satisfacción.

Su técnica impecable, obviamente una autoexigencia: desde sus inicios: el pintor no se toleraba el menor descuido, y el perfeccionismo pictórico ha sido para él tanto una norma como un placer.

Nunca, este espacio institucional e internacional por naturaleza se atribuía a los artistas recién descubiertos. Tampoco fue una exposición corriente. Una complejidad conceptual se escondía detrás de las arboledas y un nuevo concepto del paisaje. Juan Carlos se refería a la supervivencia, toda: ramas y troncos se convertían en metáforas del cuerpo humano… cuando en poesía se suele expresar lo inverso.

Cuando, inesperadamente, en Londres, mientras artistas dominicanos de más edad y reputación compartían una exposición colectiva, las circunstancias hicieron que se atribuyese a Juan Carlos Reyes una sala. Fue una sorpresa, sin reconocimiento unánime… pero acogida favorablemente por el público, lo finalmente decisivo.

Juan Carlos Reyes estaba madurando sus temas y desarrollando su creación, a la vez singular y misteriosa. En las exposiciones siguientes, la naturaleza vegetal no desaparecería totalmente, pero, menos que secundaria, intervendría a un nivel de soporte constructivo o de presencia accesoria. La naturaleza humana tenía prioridad. Después de largas reflexiones y una activa investigación, documentada o puramente imaginaria, él gestaría su universo “personal”, definido a partir de la niñez.

La niñez, real y simbólicamente, es el futuro de nuestro sufrido planeta

Óleo sobre lino, Colección privada 2021, Juan Carlos Reyes
Óleo sobre lino, colección privada 2021, Juan Carlos Reyes.

Fácil sería interpretar estas criaturas, cercanas a la infancia o todavía infantas, como una formulación complaciente, un enfoque de la belleza inocente, una propuesta para el encantamiento. Ciertamente, estos valores existen y, hasta la fascinación, seducen a quienes las contemplan. Sin embargo, la pintura de Juan Carlos Reyes encierra una mayor complejidad y se presta para una interpretación de “obra abierta” (Umberto Eco). Iremos expresando las connotaciones que sugiere este “pequeño mundo” o más bien “mundo de pequeños”, más allá de su estética omnipresente.

Al supuesto temperamento ambicioso ¡la ambición es positiva! del artista, preferimos conferirle una enorme capacidad de trabajo, una curiosidad psicológica y social, una necesidad permanente de innovación sin romper con lo anterior: estos factores explican su evolución y enriquecimiento temático.

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En primer lugar, entre los protagonistas pictóricos nos ha impresionado su “Niño Rey” con su monumental corona. Un tablero de ajedrez y por cierto la ubicación del niño lo coloca como ficha o protagonista estelar del juego. Pero, en términos globales y psicológicos podríamos verlo a modo de “niño rey” caprichoso, voluntarioso, manipulador, mandamás, apreciación extensible a la niñez en general, a la cual, hoy, atribuyen el rechazo de cualquier autoridad, entregada a una actividad lúdica, prioritaria y permanente. Estas mismas niñas -las hembras son mayoría-, Juan Carlos Reyes las viste bellas y pomposamente: la moda ¡comercialmente! suele condicionarlas desde la más temprana edad. Habría otra interpretación, junto a la estética.

La preocupación por la tierra y su deterioro, ya manifestada públicamente por escolares, lo testimonia, y Juan Carlos Reyes, pintaría así un mensaje al futuro de la humanidad.

El hecho de que niños tengan los ojos vendados puede fortalecer una interpretación de anonimato y rechazo de ver el porvenir, como se vislumbra. Ahora bien, lo que consideramos fundamental es el tratamiento pictórico, con un léxico propio, un esmero formal, una excelencia técnica.

El “rojo de Juan Carlos Reyes”

Esos fondos impecables, lisos hasta la saciedad, acumulando capas de pigmento imperceptibles, cuando no, ligeramente salpicados de aves o huellas en medio tono, destacan los “retratos” infantiles imaginarios, con o sin sombras.

Si el misterio no se aclara, el deleite nunca falta. Cuadro tras cuadro, extensiones de color y superficies “intensamente” lisas suceden a áreas vibrantes en un dúo de tonalidades, obligando a prolongar la mirada. Nos preguntamos si no distinguirán un “rojo Juan Carlos Reyes”, como hay un también rojo Ramón Oviedo o un azul Cándido Bidó. El porvenir lo dirá.

Hemos afirmado que, con sus atuendos, aquellas pequeñas heroínas nos hacen pensar en Lewis Carrol y su Alicia en el País de las Maravillas. Hoy, nos parece que Juan Carlos Reyes ha desarrollado su vaivén entre el presente y el pasado, vistiendo a estos retratos imaginarios y obsequiándoles juguetes eternos. No faltará quien les situará en otra época, pero ¡qué buena esta ausencia de la maquinita obsesiva!. Ahora bien, con cualidades y elementos comunes, todas las obras son distintas. Mencionamos los retratos imaginarios, ubicados casi siempre en un espacio circular.

No obstante, el artista pone en escena a varios pequeños actores y actrices, brincando, caminando, descansando, entregados a vivencias de la niñez. Un cuadro, insólito e impactante, sumerge entre las plantas y dándose la espalda, a un chico con casco de motorista que dialoga con el toque amarillo solar de la chiquilla. Juan Carlos Reyes ha transformado la realidad, se la apropió y la reinventó en un medio ambiente muy depurado.

No consideramos su estilo como surrealista, y de ninguna manera su discurso automático, por el contrario, muy pensado y elaborado. El seguirá adelante, creando y trabajando, no albergamos dudas al respecto.

Marianne de Tolentino, ADCA y AICA, directora de la Galería Nacional de Bellas Artes.

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