Cuando el infarto prende las señales de alarma, basta con saber escuchar

Por pferreras | junio 10, 2021

Se suele tener la creencia de que los infartos suceden sin previo aviso, síntomas o señales de alerta, por lo que adoptar hábitos para prevenirlos o prestar atención a que puedan suceder no es precisamente una costumbre.

Si bien es cierto, que no todas la personas presentan infartos fulminantes o con síntomas comunes como dolor en el pecho, y que la ocurrencia de los síntomas puede resultar prácticamente imperceptible, no es menos cierto que en otros casos existen señales que prenden la alarma de un posible infarto de miocardio o ataque cardíaco, producido por el bloqueo del flujo de la sangre que va hacia el corazón.

Según Mayo Clinic una entidad sin fines de lucro, líder mundial de atención médica, investigación y educación, los signos y síntomas de un ataque cardíaco incluyen: ‘presión, opresión, dolor, o sensación de compresión o dolor en el pecho o en los brazos, que puede propagarse hacia el cuello, la mandíbula o la espalda, náuseas, indigestión, ardor de estómago o dolor abdominal, falta de aire, sudor frío, fatiga, aturdimiento o mareos repentinos’.

Por su parte el Texas Heart Institute (THI), destaca que otros signos de alerta son: ‘desmayo, dificultad para respirar sin explicación obvia, ansiedad, debilidad o cansancio inexplicables, conciencia de tener alteraciones de los latidos normales del corazón, con sudor inexplicable y palidez de la piel’.

Aunque los signos y síntomas de alarma y advertencia, podrían presentarse con horas, días o semanas de anticipación, podrían pasar desapercibidos o ser confundidos con otros malestares del organismo, por lo que es importante prestar atención a los posibles factores de riesgo del infarto como: consumo habitual de tabaco o alcohol, hipertensión arterial, sobrepeso y obesidad, colesterol alto, sedentarismo, herencia familiar, diabetes, y la edad. Siendo más propicios los hombres de 45 años o más y las mujeres de 55 años o más.

Otros factores adicionales, podrían ser el estrés, el consumo de estupefacientes, antecedentes de preeclampsia, enfermedades autoinmunitarias y trastornos como la artritis reumatoidea o el lupus.

Suscríbete a la revista y regístrate a nuestros newsletters para recibir el mejor contenido en tu buzón de entrada.