La fama de la gala MET tiene firma de mujer: Diana Vreeland

Por Karime Rivas | septiembre 19, 2021

Hace unos días se ha celebrado el MET gala, uno de los eventos que rinden homenaje a la moda más esperados del año. ¿Pero cómo nació este acto benéfico? Diana Vreeland es la responsable. Ambiciosa, creativa y con un gusto exquisito por la moda, así era ella. Descendiente lejana del primer presidente de Estados Unidos, George Washington, e hija de Emily Kay Hoffman, una de las primeras socialités del mundo, desde su puesto de editora de moda consiguió lo que parecía imposible: convertir un elitista acto benéfico para financiar el Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Nueva York.

Aunque la afamada publicista de moda Eleanor Lambert fue la primera mujer al frente de la dirección de la gala MET, no fue hasta 1972 cuando esta despegó de manera significativa gracias a Vreeland, cuyas conexiones privilegiadas le ayudaron a subir como la espuma profesionalmente y hacer de la gala MET su proyecto más personal.

Nacida en  París, Francia, en 5 avenue du Bois-de-Boulogne. Era la hija mayor de su madre socialite americana, Emily Key Hoffman y el corredor de bolsa británico​ Frederick Young Dalziel. La familia de Diana emigró a los Estados Unidos al estallar la Primera Guerra Mundial y se mudaron a 15 East 77th Street en Nueva York, donde se convirtieron en figuras prominentes de la sociedad.  Luego, Diana fue enviada a la escuela de baile como alumna de Michel Fokine, el único maestro del Ballet Imperial que abandonó Rusia, y más tarde de Louis Harvy Chalif. Vreeland actuó en Gavota de Anna Pávlova en el Carnegie Hall.

 

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Tras ser despedida de la edición norteamericana de la revista Vogue, en la que había trabajado desde 1963 hasta 1971 como editor-in-chief (mismo cargo que ocupa actualmente Anna Wintour), Diana pasó a ser consejera en el Instituto del Traje y reconoció la oportunidad de hacer historia proponiéndose convertir lo que muchos consideraban una fiesta frívola en un evento cultural de renombre. ¿Cómo lo consiguió? Gracias a sus contactos o lo que hoy llamaríamos networking.

Su carrera editorial comenzó en 1936 como columnista de Harper’s Bazaar. Carmel Snow , el editor de Harper’s Bazaar , quedó impresionado con el estilo de ropa de Vreeland y le pidió que trabajara en la revista. Desde 1936 hasta su renuncia, Diana Vreeland publicó una columna para Harper’s Bazaar llamada «¿Por qué no lo haces?» («Why Don’t You?»).

Debido a su amplia experiencia en el sector textil y al acceso a las fiestas más exclusivas que le proporcionaba su estatus social, Diana se convirtió en la asesora de estilo de Jackie Kennedy en 1960. «Era editora de moda de Harper’s Bazaar en aquel momento y su estilo era el más alabado de las calles de Nueva York. Por eso, fue el propio John Kennedy el que las presentó. Diana hizo que Jackie adquiriese «una elegancia y un savoir faire exquisito», contó Oleg Cassini, diseñador de cabecera de la primera dama estadounidense, quien consiguió el puesto gracias a Diana.

 

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De ahí que esta no dudase en pedirle un favor personal. Vreeland quería que Jackie fuese co-anfitriona de la gala MET del año 1974 cuya temática giraría en torno a la moda rusa. The Glory of Russian Costume fue un auténtico éxito a nivel mediático. Y la presencia y colaboración de la viuda de Kennedy hicieron que la gala adquiriese relevancia mundial.

Lauren Bacall también se encargó de hacer publicidad al evento en Hollywood. No era, claro, una simple casualidad. Vreeland la había ‘descubierto’ en 1943 y consiguió que fuese portada de Harper’s Bazaar en una controvertida imagen de la actriz posando delante de una puerta en la que podía leerse «Sala de donación de sangre, Cruz Roja», en referencia a la II Guerra Mundial.

Pero si las conexiones de Diana eran potentes en Estados Unidos, en el Reino Unido aún lo eran más. Durante los años que vivió en Inglaterra junto a su marido y sus hijos, Vreeland se dedicó a la moda, pero desde el otro lado del mostrador. Propietaria de una tienda de lencería en Londres solía contar que Wallis Simpson, esposa del duque de Windsor, era una de sus clientas predilectas. (NF)